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A Conocernos donde estamos: Frutas veraniegas del bosque


¡Hola a todos! Descansé un rato al final del término al comienzo del verano. Pero ahora volvemos. Gracias por plantarte conmigo.


Durante mi cuarto año de la universidad, tomé un curso llamado, “Escribiendo sobre la naturaleza y los problemas del medio ambiente.” Fue mi primera clase de escritura formal. Yo fui estudiante de ingeniería. Leí Stalking the Vegetannual escrito por Barbara Kingsolver. Ella escribió de la locura de tener frambuesas frescas de postre en un hogar de los suburbios de Nueva York durante enero, “porque solamente crecen en zonas templadas, no en los trópicos, ellas hubieran venido de algún sitio profundo del hemisferio sur....Y no quiere ser descortés, pero viene con un precio. La mayoría no se mete con dinero, sino con deudas incontables que se pagarán por nuestros hijos en la moneda de extinciones, desastres económicos, y calentamiento global.”


No había pensado mucho sobre el origen de mi comida o cuánta energía cuesta para mandar pequeñas bayas delicadas entre continentes. Ni se puede obtener frambuesas del supermercado y llevarlas al refrigerador sin apretarlas. ¿Cuánto cuesta el viaje transcontinental y quién aguanta estos costos? ¿Cuánto combustible fósil y refrigerantes requiere? Kingsolver razonaba que el deseo americano de tener disponible comidas diversas de todo tipo durante el año entero ha sido perjudicial a nuestro medio ambiente y a nuestra relación con la comida. Las palabras de Kingsolver me captaron con un sentido profundo de remordimiento: me encantan las frutas del bosque, son mis favoritas, pero me pareció que yo las había sido desleal a ellas. ¿Fue así? La respuesta sencilla es sí, pero la versión simple rara vez representa todo.

Mientras crecía, mi madre y yo a veces compramos una media pinta de frambuesas y las comimos todas en la vuelta del supermercado a la casa. Fue un placer especial. Cuando compramos fresas, mi madre me limitaba libremente a cinco fresas a turno, si no yo pudiera comer cinco dólares de fresas antes de que otros tuvieran la oportunidad a ver los pequeños bocados rojos. Me acuerdo de una sensación de cariño profundo que sentía a los ocho años cuando había un bolito de fresas en rodajas acompañado mi desayuno. Mi madre sabía lo mucho que me encantaban ellas y yo sabía muy bien cuántos quehaceres ella hacía antes de que me despertara cada mañana. Todos saben que también es completamente innecesario cortar en cuartos las fresas para una niña con una boca completa de dientes. Entonces, el bol de fresas divididas en cuartos fue nada aparte de un acto de amor, uno que me dejó saborear un poquito más largo.

Durante unas semanas después del año escolar, antes de que el verano sofocante de Nueva Inglaterra nublara los días de las vacaciones, a finales de junio y al comienzo de julio, podía recolectar fresas de Butternut Farms, una granja cerca de mi casa. Los días que fui a recolectar mis propias fresas, faltaba el desayuno intencionalmente. Quería guardar espacio para mi estrategia de coger una baya, comer una baya. Esperaba esta oportunidad durante todo el año. Por supuesto a todos de mi familia les gustan las fresas, pero el efectivo que mi madre lo dejaba en la mesa y la manera que mi hermana soportaba el equipo cuando abordaba al trabajo de recolectar (resulta que no se puede llenar una canasta muy rápido siguiendo el plan de coger una baya, comer una baya)...estas fresas fueron las mías, aun en ese momento lo sabía.

Aunque las fresas cortadas del desayuno y las fresas frescas de la granja estaban llenas de amor, las de la granja sin duda tenían un gusto más rico. Las bayas del invierno son más caras y para las papilas gustativas, una sustitución muy triste por las de la granja. No necesité a Barbara Kingsolver para decirme esto, pero no obstante, leer Kingsolver y otros autores como Michael Pollen me cambió mi relación con la comida. Ahora se hace que rechazar las fresas en febrero y esperar las que florecen al comienzo del verano fue la única manera de hacer lo correcto para las frutas que llevaron nutrientes y amor de madre a su hija.

Ahora vivo en el Valle de Willamette en Oregon. Mi madre todavía reside en Nueva Hampshire, pero nunca pasa mucho tiempo sin hablarnos. Un día por teléfono, le dije a ella que cuando yo acabe con la escuela y esté establecida en un hogar permanente, tendré una área de fresas al umbral de la puerta. Una semana después, llegó un paquete en el correo con una nota que leyó, “plantas vivas, abra inmediatamente.” Un poquito confundida, lo abre para encontrar algunas bolsas de fresas dormidas. Estoy avergonzada por decir que me molestó un poquito inicialmente. Pensé, “¿de verdad ella necesitaba mandarme plantas vivas del otro lado del país? Apuesto que fue muy cara. No tengo tiempo para lidiar con esto hoy.” Todavía me arrepiento de expresar estas ideas a mi madre, quien me respondió, “cuando hablamos, te podía imaginar sentada entre las fresas, y decidí que te necesitaba ser posible.” Como siempre ha sido cuando tiene que ver con las fresas, la necesidad no mandaba a mi madre, sino el amor. Si ella “tenía tiempo” para cortar las fresas en cuatro pedazos delicados...yo “tenía tiempo” para sembrarlas. Por un momento, me olvidé que estas frutas destacadas fueron el umbilical por lo que su amor cruzó el país. Pero mientras que vaciaba tierra del jardín delantero para cada planta dormilona, me acordaba.

El valle es un lugar magnífico para un amante de las frutas del bosque. Las fresas al mercado de agricultores llegan semanas antes de las del jardín delantero, y la primera pinta es una causa de celebración. La emoción rayando en ansiedad que ahora me siento durante esta temporada siempre demasiado corta y el orgullo infantil que tengo para mi cara manchada de bayas son sentimientos que me anclan en el verano. Pongo empeño en sentirlas por completo y abrir mi corazón al amor que esas frutas llevan. Hago mi mejor esfuerzo para hacer lo correcto para ellas.

La temporada de bayas también sirve como un recuerdo a tratarme a mí y tratar a todos los que amo con gracia. Bayas en enero no son ideales, y hay maneras “mejores” para obtener plantas por el correo, pero a veces la mejor manera que se puede respetar a las frutas es hacer lo correcto para quienes siempre las han disfrutado.

Esta semana, piensa sobre las comidas que esperas cada verano. ¿Cómo son sus historias entretejidas a las tuyas? Después, aprende algo nuevo sobre esa comida. ¿De dónde viene? ¿Cuándo empezó la gente a comerla? ¿Qué cultura representa? ¿Cuándo es su temporada? ¿Cómo puedes hacer lo mejor para ella? Como siempre, puedes mandarme tu respuesta en cualquier formato que te sirva a riverstonerenewables@gmail.com con el sujeto “Meet Me Where We Are- summer berries”. ¡Compartiremos algunas entradas la semana que viene!



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